domingo, 29 de mayo de 2011

Levantar la Voz

Hay cosas que son muy interesantes y que a veces no pensamos para nada en ellas. Siempre me ha llamado la atención como los mercados de la mayor parte del mundo se caracterizan por ser muy ruidosos. La gente grita ofreciendo sus productos, algunos inclusive en alta voz señalan que lo que ofrecen es mas barato que los de su vecino cercano. También tras las paredes de una bodega de trabajo se escuchan los gritos de un jefe que para ser obedecido y manifestar que él manda allí no se mide en el volumen de su voz. Y que diríamos de lo que ocurre tantas veces en los mismos hogares donde también los hijos y una esposa temerosa es amedrentada por los chillidos de un esposo machista e inseguro de si mismo. Y bueno, pienso que esto mismo se da en las altas reuniones gerenciales de tremendos bancos, gobiernos y porque no decirlo hasta en asambleas eclesiásticas, donde alguien también vocifera defendiendo su posición o cualquier otro interés personal. 
Cuando llegamos hasta este punto del pensar descubrimos que nuestro mundo esta saturado de gritos y que hasta el mismo infierno según lo que podemos escuchar y leer no cesa de rugir con ruidos de lamentos que ya nunca serán escuchados. El asunto en cuestión es que escuchamos los gritos del que vende, se defiende, reclama, chilla, vocifera y lamenta; pero que lamentable y de verdad que lo es, ya no escuchamos los gritos en las calles de los que proclaman la justicia de Dios, los que predican el evangelio y los que claman misericordia.

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